Aprender a enfrentarnos a la muerte.
La muerte nos afecta a todos por igual. Sufrimos por la muerte de las personas cercanas y nos angustia la perspectiva de nuestra propia desaparición, pero ¿comprendemos realmente el hecho de morir? Aunque pretendemos ignorarla, negarla, no pensar en ella, lo cierto es que su percepción nos puede ayudar a vivir con más plenitud y serenidad. Como decía Montaigne, “la utilidad de la vida no consiste en su duración, sino en el uso que le demos”. Asumir que nuestro tiempo es limitado nos ayuda a vivir con más intensidad.
La muerte, al igual que el nacimiento, es algo a lo que deberíamos estar acostumbrados ya que está con nosotros desde que nacemos. Siempre hay alguien que muere, y alguien que nace, pero por alguna razón no llevamos bien el tema de la muerte.
Llevamos muy arraigado el tema de pertenencia y esto nos conduce a momentos muy dolorosos, desagradables y muy complicados de llevar cuando nos arrebatan algo que consideramos nuestro pero debemos tener claro que la vida de los demás, incluida la de nuestros hijos, no nos pertenece.
En muchas ocasiones cuando alguien querido muere nos sentimos culpables y la mayoría de los casos nada tiene que ver con nosotros, la vida es un ciclo y cuanto antes asumamos esto más felices seremos y más disfrutaremos del momento actual. No se trata en obsesionarse con la muerte, sino en no perder ni un solo momento de esta vida, disfrutar y aprender de todo lo que se cruza en nuestro camino y compartir con los demás.
Quién no ha escuchado a alguien decir tras la muerte de algún pariente o amigo aquello de “debería haber pasado más tiempo con él”, ¿por qué parece que nos damos cuenta de las cosas a toro pasado?, pues bien ahora es un buen momento para cambiar tu vida y que no tengas que decir esta frase nunca.
Perder el miedo a la muerte es perder el miedo al cambio. Es, en definitiva, perder el miedo a atreverse a vivir.