El odio
El odio es un sentimiento muy fuerte que nos daña y nos lleva a dañar a otras personas. Entre todas las emociones el odio es la peor de ellas, ya que es nociva, limitante y además somete a la persona a un pensamiento negativo con el único fin de dañar a la persona o cosa odiada. Para vivir de una manera positiva, conviene evitarlo o superarlo, pues sus efectos suelen ser devastadores.
Cuando la persona siente odio, los síntomas más comunes que aparecen son la apatía, la aversión casi enfermiza, la ira, el malestar constante y la planificación continua hacia el mal.
No se debe ignorar que el odio es un sentimiento destructivo, por lo que si no se controla no solo tiene un efecto negativo hacia el objeto odiado sino que puede peligrar nuestra salud mental, e incluso física.
El odio es un simple mecanismo de defensa, de autoprotección de la dignidad, de nuestra ética moral que ha sido atacada, de algo por lo que no estamos dispuestos a parar.
En las relaciones personales, el odio es un veneno mortífero que impide el encuentro, la comunicación, la armonía y la convivencia.
Ahora que nos encontramos en época de crisis cabe señalar que en el ámbito laboral odiar puede causar estragos ya que el odio afecta notoriamente a la productividad: esclaviza a la persona que siente odio a pensamientos obsesivos de agresividad y violencia.
Lo más común es que una persona que siente odio, se haya sentido previamente ignorada, rechazada, maltratada o abandonada. Lo que está claro es que odiar es muy fácil ya que para hacerlo, basta con pensar que somos los buenos, los adecuados, las victimas en definitiva sintiéndonos seguros de tener la razón. Más difícil es dejar de odiar ya que requiere una mente abierta y una actitud adecuada. Podemos evitar convertirnos en blanco de los arranques de odio, tratando a los demás con aprecio, consideración y respeto.
Por el contrario si somos nosotros los que sentimos odio, podemos alejarnos de la persona o cosa que nos causa la aversión y así reducir su influencia sobre nuestras emociones.