Vivir con Síndrome de Piernas Inquietas
Escalofríos, picores, hormigueo, o golpeteo de piernas son las sensaciones que padecen los enfermos de síndrome de piernas inquietas, un trastorno neurológico del movimiento que afecta a cerca del diez por ciento de la población española y que provoca un importante descenso en la calidad de vida de los enfermos. Su frecuencia aumenta con la edad, es más frecuente en sujetos de más de 50 años, especialmente en los ancianos.
Estas sensaciones descritas por los pacientes, se producen principalmente durante la noche o en periodo de reposo, es una sensación imperiosa de mover las piernas y que se describe como una inquietud, que mejora y se alivia cuando mueve las piernas.
La inmensa mayoría de las personas afectadas desconocen que padecen este síndrome, ya que se suele atribuir por error a problemas de circulación, enfermedades reumáticas, calambres musculares, nerviosismo o incluso al envejecimiento.
El origen de esta enfermedad no se conoce hoy en día. Puede existir un componente de predisposición genética, ya que una tercera parte de los pacientes tienen antecedentes familiares. Por otra parte se cree que el origen de este síndrome puede guardar relación con el descenso de la dopamina, que es un neurotransmisor cerebral necesario para la realización y coordinación de movimientos.
El tratamiento está orientado a reducir el estrés y ayudar a la relajación muscular. Las siguientes técnicas pueden ayudar: baños calientes, ejercicios de estiramiento suave, masaje.
El tratamiento muchas veces es complicado y puede requerir varios ensayos terapéuticos hasta conseguir el beneficio deseado.
Dado que un descenso de la liberación de la dopamina parece estar implicado en la génesis de este síndrome, los agonistas dopaminérgicos, que han sido efectivos en el tratamiento de la enfermedad de Parkinson, se están utilizando en pacientes con el síndrome de piernas inquietas. Otras alternativas son la oxicodona, carbamazepina y gabapentina. Las benzodiacepinas administradas antes de acostarse previenen el despertar frecuente, pero no los movimientos nocturnos.