Cuando el paciente es toda la familia.
A veces, el sufrimiento de un miembro de la familia enmascara una alteración del grupo. Por eso es tan importante poder hablar abiertamente de los malos entendidos, de las falsas creencias y del miedo al cambio.
Cuando sucede algún desarreglo, en el núcleo familiar repercute en el bienestar psicológico y físico de las personas, para el 90% de personas encuestadas en España el estar bien con la pareja y disfrutar del tiempo libre en familia es “lo más importante”. El hecho de tener un miembro de la familia afectado por una enfermedad crónica (física o psíquica), un divorcio o una separación familiar, problemas escolares, situaciones estresantes como el paro o el no poder pagar la hipoteca de tu casa, la hospitalización de un niño, la muerte de un familiar, o incluso situaciones como periodos vacacionales o fiestas familiares (sobre todo la Navidad), provocan crisis en la familia y del individuo.
La familia es el sistema humano de apoyo mejor dotado de capacidad de superación que conocemos, permite una comunicación, cohesión y adaptabilidad que acompaña al individuo a lo largo de su ciclo vital. Es de sentido común reconocer que lo que pasa a la familia afecta al individuo, y viceversa. Sin embargo, no resulta tan habitual buscar ayuda y decidirse a acudir a un profesional especializado en esta forma de psicoterapia.
En las sesiones de terapia familiar o terapia de pareja, el terapeuta trabaja con todo el conjunto de personas que influyen y son influenciados por un problema que les hace buscar ayuda: trastornos de alimentación o enfermedades mentales graves como la depresión son circunstancias en las que el abordaje familiar se considera imprescindible para su tratamiento y reduce el sufrimiento y los riesgos de problemas adicionales en otros familiares.
Entre otras cosas los individuos no acceden a estas terapias, pues según la experiencia y el prestigio del terapeuta, se pueden encontrar diferencias de precio importante y mucha gente no puede acceder a ellas.