La vanidad: el “Ego” que nos pierde a veces.
Algunas veces hemos visto en los demás un comportamiento que hemos tachado de vanidoso. Hemos visto en ellas una excesiva confianza y una creencia aparente de tener una capacidad propia y una atracción muy por encima de otras personas y cosas. La vanidad es el orgullo basado en cosas vanas. Se caracteriza por comportamientos como la arrogancia, el envanecimiento (no hay nada detrás, mucha apariencia) y deseo de ser admirado por el alto concepto de los propios méritos; su vanidad es mayor que su inteligencia, los individuos vanidosos son a veces menos inteligentes. Son personas que se vanaglorian de lo que hacen, de lo que son, de la imagen que dan; manifiestan con frecuencia engreimiento, petulancia, pedantería.
Las personas vanidosas por lo general, lo que intentan es engrandecerse ellas mismas para poder tranquilizar esa inseguridad que es simplemente la confirmación de que no hay nada de cierto en esa publicidad gratuita que lanzan constantemente proclamando sus virtudes.
A veces decimos con frecuencia que tenemos el “Ego” subido. Es la idea de uno mismo subida por encima de la realidad, la máscara, el papel que estamos desempeñando; supone una forma distorsionada de afirmar y vivir la existencia, estamos en una cultura predominante en la que la inmensa mayoría de las personas no les interesa “lo que es”, sino “como se ven” o, que calidad de imagen proyecta, les interesa la imagen más que la objetividad. Y así, el hombre de la sociedad se lanza a participar en esa carrera de las apariencias, en el típico afán de quien engaña a quien, de cómo lograr mejor impresión. Jugamos a las etiquetas, a las formas sociales y exhibiciones económicos para competir por la imagen social, un combate en el que los seres humanos no les interesa ser, sino parecer.
La vanidad como hemos dicho es un afán excesivo de ser admirado, es un defecto menor, que a veces hasta resulta gracioso, cuando no se desorbita. Nada embriaga tanto como los elogios. El poder, la gloria y los honores son de naturaleza narcótica y adictiva. Saber reconocer sus sentimientos, su necesidad de reconocimiento es muy importante para salir de ese egocentrismo.
La estrategia preventiva ante la depresión
La depresión en la sociedad actual ha pasado a ser algo cercano. Se puede vencer la depresión pero lo esencial, es prevenirla. Las estrategias para salir de ella, puede requerir que la persona “crea” que es posible curarse y, que “desee” que se produzca un cambio en su vida.
Una vez dentro de la depresión resulta difícil que se den estas condiciones, de ahí el énfasis en la prevención, conocer lo que realmente es, nos ayuda a perder el miedo.
El síntoma psicológico principal es la profunda tristeza, incluyendo la melancolía, decaimiento, desanimo, apatía. La persona tiene una imagen negativa de sí mismo, no ve ni futuro, ni esperanza. Se siente culpable, inútil, vacía, sin ganas de vivir, ideas autodestructivas, baja su rendimiento intelectual y su capacidad para concentrarse y tomar decisiones.
Síntomas físicos: cansancio, insomnio, pérdida de motivación sexual, llanto, pérdida de peso. Las relaciones interpersonales se reducen y se tiende al aislamiento y la incomunicación.
Es importante analizar, reflexionar y profundizar en cada una de estas depresiones y resulta más sencillo y útil hacerlo desde fuera de la depresión, que una vez dentro. La fuerza de voluntad probablemente no sirva de gran cosa. Es preferible querer y creer que es posible cambiar, antes de hacer las cosas a la fuerza.
Hay que evitar el aislamiento, la inactividad, los sentimientos de culpa, el pensamiento negativo, la autocompasión y la compasión de los demás. Conviene que no se produzcan cambios bruscos en nuestro estilo de vida que puedan generar ansiedad, no dejar de fumar. El consumo de alcohol puede agravar la depresión.
Debemos dirigir adecuadamente nuestra mente, evitando las ideas negativas y obsesivas. Es importante hacer algo, estar ocupado, organizar bien nuestro tiempo: cultivar las aficiones, lectura música….
La amistad con personas que nos acepten sin juzgarnos, ponernos en el lugar de los demás, nos permite salir de nosotros mismos. Procurar un pensamiento más positivo y mejorar la autoestima, la solución está en nuestras manos, aceptando nuestro estado, sin buscar explicaciones. Aceptarnos tal y como somos, evitar juzgarnos.
El análisis y la reflexión nos ayudan a conocernos mejor, usando la imaginación para encontrar alternativas, cuidar la salud física con ejercicio físico moderado, horarios regulares, sueño suficiente, alimentación sana y equilibrada, técnicas de relajación, meditación.
Los seres humanos nos auto limitamos sin motivo, cuando tenemos pleno derecho a vivir mejor. Nos merecemos ser felices. Si empezamos desde hoy mismo a cambiar, a mejorar y a buscar un mayor equilibrio psicológico probablemente la depresión tenga poco que hacer con nosotros.
Síndrome de Diógenes
La observación de casos repetidos de mayores con comportamientos extremadamente huraños que vivían recluidos en sus propios hogares y rehuían cualquier contacto con otras personas motivó la aparición en la década de los 60 de un trabajo científico que detallaba este extraño patrón de conducta.
Los síntomas de este síndrome son: Aislamiento social, reclusión en el propio hogar y abandono de la higiene son las principales pautas de conducta. Las personas que lo sufren pueden llegar a acumular grandes cantidades de basura en sus domicilios y vivir voluntariamente en condiciones de pobreza extrema. El anciano suele mostrar una absoluta negligencia en su autocuidado y en la limpieza del hogar. Suelen reunir grandes cantidades de dinero en su casa o en el banco sin tener conciencia de lo que poseen. Por el contrario, piensan que su situación es de pobreza extrema, lo que les induce a ahorrar y guardar artículos sin ninguna utilidad. Es frecuente que almacenen cantidades grandísimas de basura y desperdicios sin ninguna utilidad. Incluso se han visto casos de personas que atesoraban billetes antiguos sin curso legal, bombonas de butano o latas de pintura.
El tratamiento para estas personas va dirigido a tratar las posibles complicaciones derivadas del mal estado nutricional e higiénico. Sin embargo, acto seguido es necesario instaurar medidas preventivas para que el cuadro no vuelva a repetirse. Para ello se necesita un apoyo social suficiente, a través de una institución geriátrica o de asistencia domiciliaria. El problema es que los propios afectados suelen rechazar la ayuda social. Si no están incapacitados por motivo de alguna patología psiquiátrica de base o una demencia, no pueden ser ingresados en una residencia sin su consentimiento, con lo que termina volviendo a su tipo de vida anterior.
Suele darse en ancianos con cierta tendencia al aislamiento, aunque también intervienen otros factores estresantes de la edad tardía como las dificultades económicas o la muerte de un familiar, y sobre todo, la soledad. La posición socioeconómica no protege de su aparición, ya que se conocen casos de personas que padecían el síndrome que poseían títulos universitarios, con un alto nivel económico y carreras profesionales brillantes. Consejos a las familias Los familiares deberían vigilar a sus mayores que viven solos especialmente si han observado algún factor de riesgo, como un comportamiento huraño o un aislamiento voluntario. No obstante, con frecuencia resulta difícil ayudarlos ya que son ellos los que evitan todo tipo de atención. Esto hace que a veces llegue incluso a debatirse si se trata realmente de una enfermedad o sólo un estilo de vida.
Bulimia
Las personas que padecen bulimia son incapaces de dominar sus impulsos que les lleva a comer, pero el sentimiento de culpa y vergüenza tras ingerir algunos alimentos, les lleva a una purga (vómitos inducidos o empleo de laxantes, diuréticos o ambos), regímenes rigurosos o ejercicio excesivo para contrarrestar los efectos de las abundantes comidas.
Los bulímicos tienen cerca de 15 episodios de atracones y vómitos por semana y, en general, su peso es normal, por lo que resulta difícil detectar la enfermedad. En un solo atracón puede llegar a consumir de 10.000 a 40.000 calorías.
Los síntomas de la bulimia los podemos dividir en: físicos, conductuales, cognitivos y emocionales. Entre los físicos, en primer lugar encontramos, el signo de Russell, callosidades en el dorso de la mano que se forman como consecuencia de provocarse el vómito. Se puede dar tanto diarrea como estreñimiento. Vómitos y a consecuencia de ellos pueden originarse problemas dentales como caries, perdida de esmalte y piorrea. Signos de malnutrición.
Entre los síntomas conductuales el más característico es la conducta desordenada relacionada con la comida, comer a escondidas, grandes ingestas de alimentos, periodo de ayuna entre crisis, conductas purgativas, etc. Las conductas desordenadas se dan en otros aspectos de su vida, superditan su comportamiento al propio estado de ánimo o a condiciones ambientales, pudiéndo darse por este motivo absentivo laboral o escolar y una disminución del rendimiento. Las personas con bulimia manifiestan con frecuencia amenazas de suicidio.
Entre las alteraciones cognitivas destacamos que, a diferencia del anoréxico, la persona bulímica si tiene conciencia de su enfermedad pero lo oculta por vergüenza. Aunque sí se mantienen pensamientos erróneos en relación con la comida, el peso, la figura, manifestando una preocupación excesiva por los mismos. El bulímico suele tener un autoconcepto negativo, pues su falta de control la atribuye a poca voluntad, además suele fijarse metas por encima de sus posibilidades, por lo que raramente las alcanza.
Los síntomas emocionales incluyen cambios bruscos de humor e irritabilidad, desprecio por sí mismos, ansiedad, miedo a ganar peso y deseo convulsivo de perderlo y en los casos más graves o avanzados pueden llegar a desarrollar fobia social.
Trastornos de la alimentación: anorexia
La anorexia es un rechazo de la alimentación, como consecuencia de un deseo obsesivo de adelgazar, que se manifiesta como negativa a comer o a retener alimento. Afecta más a mujeres entre 10-30 años. Este deseo de estar delgado puede conducir a la muerte por inanición.
La anorexia nerviosa consiste en una alteración grave de la conducta alimentaria, que se caracteriza por el rechazo a mantener el peso corporal en los valores mínimos normales. Existe miedo a ganar peso y una alteración significativa de la percepción del cuerpo.
El síntoma mayor es la disminución o pérdida del apetito. Al principio es el paciente quien se impone el ayuno, hasta que a partir de cierto momento desaparece realmente el deseo de comer. Evita alimentos que engordan y a veces se provoca el vómito y utiliza laxantes. Aunque pierdan peso se siguen considerando obesos. Pierden peso con ayunos prolongados, reducción extrema de comidas, provocando el vómito auto inducido, utilizando laxantes y diuréticos y realización de ejercicio extenuante.
Su causa es desconocida, pero los factores sociales parecen importantes, se da en chicas de nivel intelectual alto, rol sexual poco definido, solteras y los medios de comunicación y su influencia. Aunque hay muchos factores socioculturales que pueden desencadenar la anorexia, es probable que una parte de la población tenga una mayor predisposición física a sufrir este trastorno, independientemente de la presión que puede ofrecer el entorno. Por ello existen de factores generales que se asocian a un factor desencadenante o cierta vulnerabilidad biológica que es lo que precipita el desarrollo de la enfermedad.
La propia obesidad del enfermo, obesidad materna, muerte o enfermedad de un ser querido, separación de los padres, alejamiento del hogar, fracasos escolares, accidentes, sucesos traumáticos.
Las consecuencias clínicas, los síntomas son: las pulsaciones cardiacas se reducen, se producen arritmias, baja la presión arterial, desaparece la menstruación (amenorrea), disminuye la masa ósea, disminución de la motilidad intestinal, anemia, aparece un vello fino y largo (lanudo), estreñimiento crónico, disminución del gasto energético, piel deshidratada, seca y agrietada, coloración amarillenta en las palmas de las manos y las plantas de los pies, las añas se quiebran, perdida de cabello, problemas con los dientes, hinchazones y dolores abdominales.
La anorexia es una enfermedad mental y debe tratarse como tal.
No tengo autoridad
En un mar de palabras, la suya no parece tener importancia alguna. Pretenden imponerse, marcar las reglas de un juego que no puede arbitrar. Buscan tener autoridad, esperan obediencia pero, por más que lo intentan, no lo consiguen.
Nuestro mundo gira en torno a las relaciones sociales que entablamos con los demás. Algunas las recogemos otras no y, a veces, en esos intercambios es esencial tener autoridad. Dirigiéndonos a nuestro hijo, en el trabajo o, simplemente en una mera exposición de opiniones, necesitamos imponernos. En multitud de ocasiones, la falta de autoridad proviene de la aceptación de determinadas actitudes que no son correctas, para que un niño logre el equilibrio psicoafectivo adecuado es necesario ofrecerle “dialogo y cariño, pero sabiendo decir no, imponiéndole límites”, en ciertos ámbitos se hace imprescindible el ejercicio de autoridad.
A menudo, asociamos la idea de falta de autoridad a quien no es capaz de imponerse cuando su rol (situación personal, profesión) se lo exige. Sin embargo esta situación puede darse también entre iguales. Es más difícil tener autoridad en la amistad porque las conversaciones se esquivan, las personas con más carácter disuaden las conversaciones y las dirigen hacia sus propios intereses. Al no haber normas pautadas, para poder intervenir solo cabe el consenso.
La gente incapaz de hacerse respetar suele ser tímida y además no confía en sus capacidades, no tener el respeto que nos merecemos puede provocarnos inseguridad y frustración, alcanzarlo no solo desarrolla de forma armónica nuestro entorno, sino que mejora nuestro estado de ánimo. Tenemos que aprender a ser condescendientes con nosotros mismo y con los demás, sin olvidar tener en cuenta que nuestra respuesta repercutirá en todos.
La autoridad se adquiere, se gana y se tiene que mantener. Algunos roles exigen muestras de firmeza continuas que no conviene descuidar con el paso del tiempo. Qué hacer? Sobre todo creer en ti misma, manteniéndote firme cuando la situación lo requiere. No te contradigas pues las contradicciones graves pueden mermarla. Cuida el tono y los gestos, para ganar respeto, muestra seguridad en tu tono de voz y trasmite con tus gestos que tu postura es la razonable, no es necesario mostrarte agresivo, se puede trasmitir con movimientos armónicos, pero firmes.
Educar en valores
Nos preguntamos muchas veces por qué es importante y necesario que eduquemos a nuestros hijos a través de valores. Educar a nuestros hijos para que aprendan a dar valor a algunas conductas y comportamientos, les ayudará a convivir de mejor manera y a sentirse bien en el ambiente en que se encuentren.
Valores como la amistad, la comprensión, la tolerancia, la paciencia, la solidaridad y el respeto, son esenciales para un sano desarrollo de los niños. Un niño que conoce el límite del otro, podrá vivir una vida sana y saludable, sea en su entorno familiar o escolar. Un niño que sabe respetar a los demás, será más fácilmente respetado.
Los valores son las reglas de conducta y actitudes según las cuales nos comportamos y que están de acuerdo con aquello que consideramos correcto. Al nacer los niños no son ni buenos ni malos. Con la ayuda de sus padres, educadores y de los que conviven con ellos, aprenderán lo que está bien y mal, decir, hacer, actuar, vivir. Tenemos que recordar que el niño aprende con el ejemplo. El ejemplo que damos a la hora de relacionarnos con los demás, de pedir las cosas, de compartir mesa, asiento, de cooperar, de ayudar a los demás, de defender, de reclamar, de tolerar y aceptar. Si no tenemos paciencia con nuestro hijo ¿qué crees que el niño va a aprender? La responsabilidad que tienen los padres en la transmisión de los valores a sus hijos es crucial, no puedes desvincularte o prescindir de una serie y bien planificada educación en valores. Los padres son insustituibles, ellos son los que van a decidir qué valores pretenden involucrar en la educación de sus hijos.
Los valores se pueden agrupar en:
1-Valores biológicos: alimentos, salud, ect. Necesidades básicas.
2-Valores intelectuales: el conocimiento, la creatividad….Origina el mundo cultural del niño.
3-Valores ecológicos: el cuidado, el respeto y aprecio del medio en el que se desarrolla su vida.
4-Valores morales: el respeto, la tolerancia, la solidaridad, la verdad, son los pilares de las relaciones afectivas con el mundo y con los demás.
5-valores religiosos: son propios de los creyentes y su orientación en la infancia, corresponde a los padres.
Si queremos un mundo mejor para todos hay que empezar por crearlo nosotros mismos.
El poder de la palabra
A través de la palabra es posible la comunicación, es posible comprender y hacernos comprender; sin embargo el poder de la palabra va mucho más allá que el simple intercambio de ideas: sirve para cautivar y convencer.
El lenguaje gestual que acompaña al oral es tremendamente importante y no debe ser obviado, potencia o descalifica el mensaje a transmitir. Si se quiere convencer hay que conocer a quien se tiene enfrente para intervenir con el discurso apropiado, entendible y sugerente a la vez.
Una vez en escena se debe captar, de inmediato la atención de los presentes, un recurso infalible es comenzar con algo que no esperan, una anécdota, un chiste conveniente, una breve historia. Otra estrategia magnífica de un orador es la voz, jamás se debe utilizar el mismo tono, es monótono y disminuye el nivel de atención. Educar la voz es fundamental, la técnica es sencilla se trata de grabarle y escuchar el efecto, nosotros seremos nuestros mejores críticos. El uso de la metáfora, es infalible para infiltrar la idea deseada. Otra cualidad para seducir con la palabra es la simpatía, o en su defecto, la cortesía y amabilidad. Hay dos cosas que el público no perdona: la antipatía el aburrimiento.
La presencia física también es importante, es la gran tarjeta de presentación y conviene cuidarla. El secreto está en la “cuidada naturalidad”. Sencillez, naturalidad y elegancia de vestir y de movimientos.
En última instancia con las ideas es preciso mover los sentimientos, se trata de cautivar y convencer. “Si el auditorio mueve los traseros en los bancos, es que tu no estas moviendo los corazones”.
Las palabras que utilices al pensar pueden tener un efecto poderoso en tus emociones y tu estado de ánimo, de modo que es importante elegirlas con cuidado, de manera que puedes cambiar unas palabras o frases por otras. Si, lo pones en práctica, descubrirás que te ayudan a sentirte mucho mejor, y podrás comprobar el poder que tiene el pensamiento y la importancia de usar un modo de pensar constructivo y realista. Sustituye palabras como siempre, nunca, jamás por palabras como a menudo, de vez en cuando, con frecuencia, casi siempre….Debo por deseo, tengo que por me gustaría. Es terrible por es bastante malo.
Sustituye todo aquello que sea extremista, absolutista, de todo o nada o exagerado. El objetivo es usar un pensamiento flexible, sin rigidez, que no se vaya a un extremo. Al cambiar de este modo tu forma de pensar, de hablar contigo mismo, cambiaras también tu modo de sentir.
Perdonar y ser perdonados.
De una u otra forma perdonar y ser perdonado forma parte de nuestras vidas.
Perdonamos a quien nos ha hecho daño y nos produjo sufrimiento, y nos sentimos aliviados, en el momento que me perdona alguien por haberle infligido algún perjuicio.
La ira, el resentimiento, la aflicción, la amargura, el rencor y el desengaño generan estrés e impactan la salud del ser humano (sentimiento de culpa).
Cuando la persona recuerda un episodio de desdicha o agravio aumenta la presión arterial, el pulso y el tono muscular.
Al perdonar o sentirse perdonado, además de recuperarse los estándares normales de salud, las personas se sienten calmadas y tranquilas. Se ha comprobado que después del perdón, personas que habían padecido dolor de espalda, nauseas, insomnio, pérdida de apetito, dolores de espalda, entre otros síntomas, dejaron de tenerlos.
Perdonar es sanarse, tanto psicológica como físicamente, es como hacer las paces con uno mismo. El perdón representa verter a un lado los pensamientos negativos que dañan nuestro cuerpo. Vivir con odio y sentimientos de venganza nos hace tener una personalidad distinta, basada en el dolor, la angustia y el desconsuelo.
Los seres humanos no somos perfectos y tenemos dos opciones, vivir en los defectos, el rencor y los errores o en los aciertos, el amor y el perdón.
Todos tenemos virtudes y fallos, si no perdonamos los errores, no veremos sus bondades y estaremos frustrados.
También debemos perdonarnos a nosotros mismos, muchas veces no reconocemos nuestras propias faltas puesto que no sabemos perdonarnos. La culpa pasa a formar parte de nuestras vidas, afectando nuestro comportamiento. Nos endurece y podemos lastimar a los demás, pudiendo sumirnos en tristeza y depresión. Perdonarnos a nosotros mismos es admitirnos como somos, con lo bueno y lo no tan bueno.
Para perdonar y perdonarnos debemos desarrollar un inventario del daño que nos produjeron. Asimismo, revisar lo que hemos hecho que haya perjudicado a otros.
Acéptate y perdónate y luego perdona a quien te provocó dolor. Piensa que al igual que tú, merece una oportunidad.
Porqué tener perseverancia
Si realmente queremos conseguir algo en nuestras vidas, sea lo que sea que nos hallamos propuesto, la única forma de llegar a nuestra meta es siendo perseverantes. En la práctica surgen imprevistos que dificultan el camino que debemos recorrer para llegar a cumplir nuestros objetivos. Todo lo que anhelamos conseguir, ya sea respeto, afecto, amor, dinero, o éxito tiene un precio que debe de pagarse para lograrlo. Pensar en lo que deseamos atraer, fijarnos un objetivo, es el primer paso necesario. Pero no basta con ello, necesitas saber que vas a tener que moverte y actuar para conseguir aquello que deseas. Sólo con pensarlo, no va a venir a ti por sí mismo. Vas a tener que salir a buscarlo por tu cuenta, y esforzarte en atraerlo a tu vida con tus propias manos, con tus acciones.
Olvídate de que te den todo hecho, vas a tener que pelear por ello. Vas a tener que intentar algo muchas veces antes de que consigas un nivel de éxito que te satisfaga. Has de ser realista, acepta que si deseas algo tendrás que intentarlo una y otra vez hasta conseguirlo.
No importa que falles. No importa si te equivocas una y otra vez y tienes la sensación de no avanzar aunque pasen los años. Estás ganando experiencia que necesitas si quieres lograrlo. Acepta que fracasarás muchas ocasiones antes de conseguirlo. El orgullo por tus esfuerzos y la autoestima que habrás ido ganando en el camino hasta lograrlo, serán posiblemente el mayor premio que puedas tener. Antes de triunfar, se fracasa innumerables ocasiones. Saber soportar estos fracasos previos es lo que separa el grano de la paja, la gente que consigue lo que quiere de aquella que se rinde y tira la toalla. Será la experiencia que ganaras con los intentos anteriores lo que te permitirá conseguir tu meta. No te desanimes si los resultados no son los que quieres. Ignora las opiniones de los demás, céntrate en tus creencias y sigue adelante. Muchos te dirán que no puedes hacer algo, sólo porque ELLOS sienten que NO pueden hacerlo. En realidad, te están hablando sobre ellos, no sobre ti.
Tómalo con calma, piensa a largo plazo. El camino que debes recorrer es tan largo o corto como tú decidas. Ve a tu ritmo, no importa lo rápido o lento que sea, mientras puedas mantenerlo durante largos periodos de tiempo, te irá bien.
La perseverancia te ayudará a alcanzar tus sueños, si los quieres alcanzar realmente.